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And She Was Gone
2 participantes
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And She Was Gone
Andaba por ahí cual sombra impía, cargando consigo una oscuridad terrible. Las sombras le seguían y las tinieblas intentaban consolarlo, más todo era inútil. A su alrededor casi podía sentirse el aura pesada y dolorosa de su enojo: un corazón roto. Nunca se había preguntado si tenía uno. No le importaba. Pero ahora sentía una pesadez y un vacío terrible en el pecho, como una especie de dolor que no podía comprender. No sanaba por más sangre que consumiera o se refugiara en las sombras o se enterrara en el suelo, pues era una herida mucho más profunda. Se sentía abandonado.
Todo ese tiempo se la pasó preguntándose por qué. Que más daba, otras presas se le habían escapado y en algún momento podría dar con ella, tomar lo que quería y destruirla. Pero ahora no podía dejar de pensar en ella. Soñó que lo amaba, en medio de sangre y risas de locura. Imaginó que la mordía con fuerza y ella lo abrazaba. Deseó verla caminar para hablar de él. Se acarició la mejilla y recordó sus dedos perforando su piel. Su olor había desaparecido muy fácilmente pero aun le gustaba abrazarse a si mismo e imaginar que lo sentía. Y al final, había decidido que odiaba encontrarse así, odiaba tener fantasías no cumplidas y sobre todo la odiaba a ella, pero no podía seguir viviendo sin poder volver a verla.
Tan solo había sido una semana desde que se le escapara, y se había entregado a un berrinche de locura. No igual a la de ella, en la que lo tocaba y no le reclamaba nada. La suya era la de un niño grande enfadado, con una granja de hormigas en sus manos. A veces la abría y pisoteaba por frustración. Pero al séptimo día salió de los escombros donde se había metido y se olvidó de las alimañas. De todas maneras ellas ya no se acercaban. Se sentía asqueado por solo beber esa sangre impía.
Comenzó a caminar, primero sin rumbo, intentando distraerse del sentimiento de profunda soledad que lo embargaba. Era culpa de alguien desde luego, no suya, él era perfecto. Se topó a veces con humanos u otras criaturas pero de ellas poca cosa consiguió o exigió. ¿De que le servía ahora proclamar su propia palabra? Un dios no hacía eso, sería rebajarse a solo un mensajero. No tenía ningún interés en ello. Pero fue al tercer día de vagar que tuvo los primeros informes de ella, aparentemente era lo suficiente conocida para que su nombre surgiera a veces.
Le llamaban “La loca”. La habían mencionado como una traficante de armas y la habían descrito muy vagamente para que uno pudiera reconocerla de verdad. Pero él lo supo en cuanto lo escuchó, y de nuevo se dio cuenta cuanto quería lastimarla y que lo lastimara. Su piel extrañaba sus uñas hurgando y rompiendo.
Siguió un rastro entre preguntas, amenazas y ataques a aquellos quienes la habían visto pasar. Ni siquiera estaba seguro de que de verdad fuera ella, pero al final había medio ubicado su presencia en Liverpool.
Entrar no fue difícil. Aquél sitio parecía dar la bienvenida a cualquier cosa que respirara y no pareciera un Junkie venido a menos. Había murallas y puertas, pero desde donde ingresó, el paso común de los visitantes, la seguridad era menor. Sin embargo llamó la atención de inmediato a causa de su belleza. Recordaba demasiado a la apariencia de un vampiro como para pasar por un moribundo mortal sin más, pero el sol de medio día que se alzaba era una prueba de que al menos no se trataba de una de esas sedientas alimañas.
El lugar era un basurero aun a sus ojos. Había edificios y mucha más vida que en cualquier otro sitio en que hubiera estado desde la catástrofe, pero no dejaba de ser una pocilga. Los edificios medio reconstruidos y utilizados para otros menesteres abundaban, pero la mayoría estaban en ruinas. Un cine reabierto anunciaba en su cartelera “GOD IS HOPE”, pero a nadie parecía importarle, era casi como una burla. La gente estaba demasiado ocupada con intentar vivir para preocuparse por su fe. Sintió lastima y asco por ellos. ¿Cómo podían vivir sin un dios? Este era el resultado: gente en las calles, niños con ojos sin esperanza, miradas sombrías que lo violaban repetidas veces con el pensamiento, perros desnutridos olfateando por ahí con las mismas esperanzas que sobrevivir que cualquiera allí. Dios los había abandonado porque ellos habían abandonado a dios… pero él no los había abandonado, sino al contrario, acababa de llegar en busca de su profetisa, a la que quería grabarle su nombre con sudor y sangre y violarla y amarla hasta que comprendiera cuan importante era para él y por tanto, para todos. Por un momento pensó que sería un buen rebaño para comenzar…
Pasó cerca de tiendas, mientras los vendedores lo miraban observaban la espada que llevaba a la espalda y sus ropas, intentando calcular un valor para esos objetos en caso de que se les presentara la oportunidad. Paseó sus ojos aquí y allá sin saber realmente donde comenzar a buscar. De pronto sonrió. Si, estaba cerca, podía sentirla. Cerró los ojos y aspiró con fuerza y pudo sentir de nuevo su olor: ella abrazándolo mientras la cargaba. Sus dedos lastimándolo, sus labios pidiendo ver maravillas.
Todo ese tiempo se la pasó preguntándose por qué. Que más daba, otras presas se le habían escapado y en algún momento podría dar con ella, tomar lo que quería y destruirla. Pero ahora no podía dejar de pensar en ella. Soñó que lo amaba, en medio de sangre y risas de locura. Imaginó que la mordía con fuerza y ella lo abrazaba. Deseó verla caminar para hablar de él. Se acarició la mejilla y recordó sus dedos perforando su piel. Su olor había desaparecido muy fácilmente pero aun le gustaba abrazarse a si mismo e imaginar que lo sentía. Y al final, había decidido que odiaba encontrarse así, odiaba tener fantasías no cumplidas y sobre todo la odiaba a ella, pero no podía seguir viviendo sin poder volver a verla.
Tan solo había sido una semana desde que se le escapara, y se había entregado a un berrinche de locura. No igual a la de ella, en la que lo tocaba y no le reclamaba nada. La suya era la de un niño grande enfadado, con una granja de hormigas en sus manos. A veces la abría y pisoteaba por frustración. Pero al séptimo día salió de los escombros donde se había metido y se olvidó de las alimañas. De todas maneras ellas ya no se acercaban. Se sentía asqueado por solo beber esa sangre impía.
Comenzó a caminar, primero sin rumbo, intentando distraerse del sentimiento de profunda soledad que lo embargaba. Era culpa de alguien desde luego, no suya, él era perfecto. Se topó a veces con humanos u otras criaturas pero de ellas poca cosa consiguió o exigió. ¿De que le servía ahora proclamar su propia palabra? Un dios no hacía eso, sería rebajarse a solo un mensajero. No tenía ningún interés en ello. Pero fue al tercer día de vagar que tuvo los primeros informes de ella, aparentemente era lo suficiente conocida para que su nombre surgiera a veces.
Le llamaban “La loca”. La habían mencionado como una traficante de armas y la habían descrito muy vagamente para que uno pudiera reconocerla de verdad. Pero él lo supo en cuanto lo escuchó, y de nuevo se dio cuenta cuanto quería lastimarla y que lo lastimara. Su piel extrañaba sus uñas hurgando y rompiendo.
Siguió un rastro entre preguntas, amenazas y ataques a aquellos quienes la habían visto pasar. Ni siquiera estaba seguro de que de verdad fuera ella, pero al final había medio ubicado su presencia en Liverpool.
…::AMBIENTACIÓN::…
Entrar no fue difícil. Aquél sitio parecía dar la bienvenida a cualquier cosa que respirara y no pareciera un Junkie venido a menos. Había murallas y puertas, pero desde donde ingresó, el paso común de los visitantes, la seguridad era menor. Sin embargo llamó la atención de inmediato a causa de su belleza. Recordaba demasiado a la apariencia de un vampiro como para pasar por un moribundo mortal sin más, pero el sol de medio día que se alzaba era una prueba de que al menos no se trataba de una de esas sedientas alimañas.
..::Ambientación Visual::..
El lugar era un basurero aun a sus ojos. Había edificios y mucha más vida que en cualquier otro sitio en que hubiera estado desde la catástrofe, pero no dejaba de ser una pocilga. Los edificios medio reconstruidos y utilizados para otros menesteres abundaban, pero la mayoría estaban en ruinas. Un cine reabierto anunciaba en su cartelera “GOD IS HOPE”, pero a nadie parecía importarle, era casi como una burla. La gente estaba demasiado ocupada con intentar vivir para preocuparse por su fe. Sintió lastima y asco por ellos. ¿Cómo podían vivir sin un dios? Este era el resultado: gente en las calles, niños con ojos sin esperanza, miradas sombrías que lo violaban repetidas veces con el pensamiento, perros desnutridos olfateando por ahí con las mismas esperanzas que sobrevivir que cualquiera allí. Dios los había abandonado porque ellos habían abandonado a dios… pero él no los había abandonado, sino al contrario, acababa de llegar en busca de su profetisa, a la que quería grabarle su nombre con sudor y sangre y violarla y amarla hasta que comprendiera cuan importante era para él y por tanto, para todos. Por un momento pensó que sería un buen rebaño para comenzar…
Pasó cerca de tiendas, mientras los vendedores lo miraban observaban la espada que llevaba a la espalda y sus ropas, intentando calcular un valor para esos objetos en caso de que se les presentara la oportunidad. Paseó sus ojos aquí y allá sin saber realmente donde comenzar a buscar. De pronto sonrió. Si, estaba cerca, podía sentirla. Cerró los ojos y aspiró con fuerza y pudo sentir de nuevo su olor: ella abrazándolo mientras la cargaba. Sus dedos lastimándolo, sus labios pidiendo ver maravillas.
Última edición por Syd el Mar 6 Nov - 22:25, editado 1 vez
Syd- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 26/05/2011
Re: And She Was Gone
Liverpool era como... ¿Cómo qué era? Era como su centro de operaciones. Ahí todos la conocían simplemente por ser "Mati la loca" o solamente "la loca". La buscaban para comprarle cosas, ya fuera armas o cualquier tontería que a alguien le sirviera, algo que previamente hubiera encontrado en los basurales. Había muchos más mercaderes, más serios y más establecidos, ya que ella a veces solía pasar por ahí. Pero aún así la gente le compraba porque muchas veces no pedía dinero ni trueques buenos o coherentes... Como el día que cambio unas granadas por una caja de chococrispis a la mitad... Y jamás se había arrepentido de ello.
Ahora andaba por las calles, como siempre, con sus ropas ceremoniosas casi ostentosas. Ese atuendo que siempre estaba fuera de lugar y que siempre la habían marcado como una auténtica loca. Ésta vez portaba un largo vestido azul con algunas piezas metalicas y listones blancos con cruces doradas. Hombros descubiertos y guantes sin dedos hasta un poco más arriba de los codos. Sus botas blancas hasta las rodillas de tacón estaban ocultas por el largo del traje. Su cabello estaba sujeto con todos sus usuales accesorios que jamás dejaba atrás... Y claro, esa bandita en la nariz.
Ultimamente no había tenido clientes... Desde hace una semana exactamente, desde el encuentro con el principio del fin y ese loco. ¿Quizás se habían llevado su suerte? No es que necesitara algo en especifico, pero siempre le gustaba estar enterada de lo que pasaba allá afuera, y una buena forma era comerciando. Sus ojos castaño claro se pasearon por todo el sitio. Cada quien estaba en lo suyo, y los que no, solían seguir hablando de ella a sus espaldas, probablemente que se veía hoy más linda... Sí sí...
Y de pronto se detuvo de golpe, abriendo los ojos como platos. Era... era lo que había estado buscando todo este tiempo. Por fin, desde que lo había perdido se había sentido desolada, perdida, desencaminada. ¿Cómo no se había dado cuenta de lo mucho que se había enamorado de él? ¿Qué castigo divino estaba pagando? ¿Qué cruel historia cual Romeo y Julieta? Ahí estaba, justo en medio de la calle, entre los transeuntes... ¡¡UN DEDAL!! Matilda corrió a su encuentro, inclinándose para tomarlo. Por fin podría volver a darle de beber a las hadas... Y capturarlas para hacer sus infuciones.
Lo besó, ya que el ultimo lo había perdido, y se lo guardó en el vestido y mientras se enderezaba se encontró con un... ¿Cine? La ultima vez que había pasado por ahí estaba cerrado, pero ahora estaba re abierto y anunciaba una pelicula acerca de su señor. ¡Oh por dios! Tenia que verla. Pero de pronto algo más capto su atención... Syd.
Pudo verlo al otro lado de la calle, justo al lado del cine. Tenia una sonrisa, esa sonrisa extraña que siempre tenia. Los ojos de Matilda se dilataron y sin que él la viera, al menos no con los ojos, ya que al parecer la había sentido de otras maneras, llegó por la espalda del chico... ¡Y le dio un llegue! No, eso no, pero hubiera querido. Sin embargo, necesitaba puntos a su favor, así que simplemente lo tomó del brazo por "sorpresa", apretandolo contra su pecho, casi colgándose de él, mirándolo desde abajo con una amable y loca sonrisa.
- ¡Principio del fin! ¡Mi amado director! Pensé que jamás volvería a verte... ¿Me invitarás al cine?
- Oh aqui vamos...
- Hace mucho que no vemos una pelicula...
Ahora andaba por las calles, como siempre, con sus ropas ceremoniosas casi ostentosas. Ese atuendo que siempre estaba fuera de lugar y que siempre la habían marcado como una auténtica loca. Ésta vez portaba un largo vestido azul con algunas piezas metalicas y listones blancos con cruces doradas. Hombros descubiertos y guantes sin dedos hasta un poco más arriba de los codos. Sus botas blancas hasta las rodillas de tacón estaban ocultas por el largo del traje. Su cabello estaba sujeto con todos sus usuales accesorios que jamás dejaba atrás... Y claro, esa bandita en la nariz.
Ultimamente no había tenido clientes... Desde hace una semana exactamente, desde el encuentro con el principio del fin y ese loco. ¿Quizás se habían llevado su suerte? No es que necesitara algo en especifico, pero siempre le gustaba estar enterada de lo que pasaba allá afuera, y una buena forma era comerciando. Sus ojos castaño claro se pasearon por todo el sitio. Cada quien estaba en lo suyo, y los que no, solían seguir hablando de ella a sus espaldas, probablemente que se veía hoy más linda... Sí sí...
Y de pronto se detuvo de golpe, abriendo los ojos como platos. Era... era lo que había estado buscando todo este tiempo. Por fin, desde que lo había perdido se había sentido desolada, perdida, desencaminada. ¿Cómo no se había dado cuenta de lo mucho que se había enamorado de él? ¿Qué castigo divino estaba pagando? ¿Qué cruel historia cual Romeo y Julieta? Ahí estaba, justo en medio de la calle, entre los transeuntes... ¡¡UN DEDAL!! Matilda corrió a su encuentro, inclinándose para tomarlo. Por fin podría volver a darle de beber a las hadas... Y capturarlas para hacer sus infuciones.
Lo besó, ya que el ultimo lo había perdido, y se lo guardó en el vestido y mientras se enderezaba se encontró con un... ¿Cine? La ultima vez que había pasado por ahí estaba cerrado, pero ahora estaba re abierto y anunciaba una pelicula acerca de su señor. ¡Oh por dios! Tenia que verla. Pero de pronto algo más capto su atención... Syd.
Pudo verlo al otro lado de la calle, justo al lado del cine. Tenia una sonrisa, esa sonrisa extraña que siempre tenia. Los ojos de Matilda se dilataron y sin que él la viera, al menos no con los ojos, ya que al parecer la había sentido de otras maneras, llegó por la espalda del chico... ¡Y le dio un llegue! No, eso no, pero hubiera querido. Sin embargo, necesitaba puntos a su favor, así que simplemente lo tomó del brazo por "sorpresa", apretandolo contra su pecho, casi colgándose de él, mirándolo desde abajo con una amable y loca sonrisa.
- ¡Principio del fin! ¡Mi amado director! Pensé que jamás volvería a verte... ¿Me invitarás al cine?
- Oh aqui vamos...
- Hace mucho que no vemos una pelicula...
Matilda- Mensajes : 24
Fecha de inscripción : 24/05/2011
Edad : 40
Re: And She Was Gone
No podía verla, pero sabía que estaba cerca. Era inexplicable, pero cierto. Mientras sus ojos se perdían un momento en la nada que era el largo camino de aquella callejuela por la que andaba, en línea recta desde que llegara, con todos los edificios construidos a lo largo, se preguntó si aun se acordaría de él. Ella había perdido la razón en algún momento, eso era lo que más le gustaba, pero también significaba que podía olvidarse de las cosas, como de él. No le gustaba nada esa idea para nada. Le costaba articular la razón y, frustrado, frunció el entrecejo y arrugó la nariz con enfado. Bien, si no lo recordaba la obligaría a ello.
De pronto sintió algo rodear su brazo. Había estado distraído y el sigilo de aquél ser había sido muy bueno, por lo que solo lo notó cuando la tuvo encima. Volteó sus ojos y se encontró con los de ella, su rostro sonriendo con una sonrisa rara pero alegre, enloquecida… como si el tiempo fuera más despacio, lentamente. Sintió muy detalladamente como ella abrazaba su brazo izquierdo, pasando su cálida carne alrededor. Apretándolo contra su cuerpo. Se estremeció visiblemente y los bellos de su nuca se tensaron. Algo en su estomago se agitó y un raro nerviosismo lo dominó un instante. Se quedó con la boca abierta mirando a su pastelito de carne de nuevo. No dijo nada, solo la miró y disfrutó de su cercanía.
Adoraba que lo tocara así, que se acercara y rompiera su espacio personal. Quizás le gustaba que fuera una intrusa y que se atreviera a algo a lo que otros tendrían que pagar con su sangre. La oscuridad dentro de su pecho se agitó medio herida y medio excitada. De pronto, por un instante, al parpadear, un rápido flashazo de inconciencia corrompió su vista. Vio a Matilda sonriéndole tal como ahora, aun abrazada a él, bañada en sangre, mientras los rodeaban las tinieblas. Parpadeó de nuevo y la visión desapareció. Si, quería que fuera así, quería bautizarla con su sangre y su sudor y hacerla eternamente suya y que su locura invadiera la propia.
Se giró con cuidado pero sin apartarse, no quería que ella lo soltara. Sus ropas sonaron por la fricción y colocó a tientas la mano del brazo que ella le sostenía, en la cintura de su futura profeta. Sonreía con un brillo renovado en sus ojos, sus dientes aparentaban colmillos y sus miembros temblaban de la emoción de probarla. Acercó su pulgar de la otra mano y lo frotó contra la mejilla de Matilda con fuerza, una sola vez, como queriendo robar el merengue del pastel. Lamió ese dedo cual si saboreara su escancia y dejó su guante ensalivado.
-¿Cómo pensaste eso? –le preguntó y su voz casi sonó un reproche, de no ser por la sonrisa de su rostro, enseñando los dientes. No unía los labios- Si yo soy tu destino, tus voces lo dijeron.
Algunas personas los miraban por lo absurdo de su posición más que por las locuras que de ambos salían. Estaba abrazándola, o algo así, en medio del abandono que era aquella ciudad. Sintieron envidia y admiración, se rieron y escupieron en silencio y siguieron su camino. Él ni siquiera se percató. Se preguntó si sería apresurado violarla ahí mismo, tenía muchísimos deseos de hacerlo y se enorgullecía de su increíble voluntad en resistir algo que deseaba con tantas fuerzas. Era la primera vez que lo conseguía, y era porque quería mucho más que su cuerpo, también quería su alma, su amor, su devoción… no, tampoco era suficiente, quería que le diera todo.
-¿Por qué te fuiste, no sabes que no puedes escapar de mi? Tienes que temerme y amarme, pues no hay donde te ocultes de mi… corta una rama y ahí estaré, levanta una piedra y me encontrarás.
Comenzó a avanzar, sin soltarla con aquella mano, obligándola a retroceder y permaneciendo firme por si ella chocara, no la iba a dejar caer. Le hacía perder terreno y la acosaba con su mirada. Avanzaba cada vez más rápido sin ninguna dirección. Miró entonces en el reflejo de sus ojos la tarde comenzando a morir y se puso un límite: esa noche sin falta la haría suya, profanaría su cuerpo y se apoderaría de su alma. Pero no aun. Se relamió ante la posibilidad. No se había dado cuenta de cuan emocionado estaba de volver a verla.
De pronto sintió algo rodear su brazo. Había estado distraído y el sigilo de aquél ser había sido muy bueno, por lo que solo lo notó cuando la tuvo encima. Volteó sus ojos y se encontró con los de ella, su rostro sonriendo con una sonrisa rara pero alegre, enloquecida… como si el tiempo fuera más despacio, lentamente. Sintió muy detalladamente como ella abrazaba su brazo izquierdo, pasando su cálida carne alrededor. Apretándolo contra su cuerpo. Se estremeció visiblemente y los bellos de su nuca se tensaron. Algo en su estomago se agitó y un raro nerviosismo lo dominó un instante. Se quedó con la boca abierta mirando a su pastelito de carne de nuevo. No dijo nada, solo la miró y disfrutó de su cercanía.
Adoraba que lo tocara así, que se acercara y rompiera su espacio personal. Quizás le gustaba que fuera una intrusa y que se atreviera a algo a lo que otros tendrían que pagar con su sangre. La oscuridad dentro de su pecho se agitó medio herida y medio excitada. De pronto, por un instante, al parpadear, un rápido flashazo de inconciencia corrompió su vista. Vio a Matilda sonriéndole tal como ahora, aun abrazada a él, bañada en sangre, mientras los rodeaban las tinieblas. Parpadeó de nuevo y la visión desapareció. Si, quería que fuera así, quería bautizarla con su sangre y su sudor y hacerla eternamente suya y que su locura invadiera la propia.
Se giró con cuidado pero sin apartarse, no quería que ella lo soltara. Sus ropas sonaron por la fricción y colocó a tientas la mano del brazo que ella le sostenía, en la cintura de su futura profeta. Sonreía con un brillo renovado en sus ojos, sus dientes aparentaban colmillos y sus miembros temblaban de la emoción de probarla. Acercó su pulgar de la otra mano y lo frotó contra la mejilla de Matilda con fuerza, una sola vez, como queriendo robar el merengue del pastel. Lamió ese dedo cual si saboreara su escancia y dejó su guante ensalivado.
-¿Cómo pensaste eso? –le preguntó y su voz casi sonó un reproche, de no ser por la sonrisa de su rostro, enseñando los dientes. No unía los labios- Si yo soy tu destino, tus voces lo dijeron.
Algunas personas los miraban por lo absurdo de su posición más que por las locuras que de ambos salían. Estaba abrazándola, o algo así, en medio del abandono que era aquella ciudad. Sintieron envidia y admiración, se rieron y escupieron en silencio y siguieron su camino. Él ni siquiera se percató. Se preguntó si sería apresurado violarla ahí mismo, tenía muchísimos deseos de hacerlo y se enorgullecía de su increíble voluntad en resistir algo que deseaba con tantas fuerzas. Era la primera vez que lo conseguía, y era porque quería mucho más que su cuerpo, también quería su alma, su amor, su devoción… no, tampoco era suficiente, quería que le diera todo.
-¿Por qué te fuiste, no sabes que no puedes escapar de mi? Tienes que temerme y amarme, pues no hay donde te ocultes de mi… corta una rama y ahí estaré, levanta una piedra y me encontrarás.
Comenzó a avanzar, sin soltarla con aquella mano, obligándola a retroceder y permaneciendo firme por si ella chocara, no la iba a dejar caer. Le hacía perder terreno y la acosaba con su mirada. Avanzaba cada vez más rápido sin ninguna dirección. Miró entonces en el reflejo de sus ojos la tarde comenzando a morir y se puso un límite: esa noche sin falta la haría suya, profanaría su cuerpo y se apoderaría de su alma. Pero no aun. Se relamió ante la posibilidad. No se había dado cuenta de cuan emocionado estaba de volver a verla.
Syd- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 26/05/2011
Re: And She Was Gone
La reacción del hombre fue bastante curiosa y nada desconocida. Un estremecimiento... La gente solía estremeserse de aquella manera cuando estaban cerca de Matilda, especialmente cuando los tocaba. Pero tampoco podía decir que era exactamente la misma reacción, ya que él además la miró a los ojos con una extraña mirada que no era asco o miedo... Esa boca abierta, como si lo hubiera sorprendido, y bueno, así era. ¿Por qué negarlo? Además ¡Había sido sigilosa como un ninja! ¡Uno de esos de verdad!
Él se giró con cuidado, tomándola de la cintura sin evitar su agarre. ¡Era un atevido! ¡Esa cintura tenía un dueño! Pero bueno, la vez pasada hasta la había cargado y todo el show. Además, si él de verdad era el principio del fin, podía tocarla como quisiera... ¡Moderadamente, claro esta! Luego hizo algo extraño, pasó su pulgar enguantado por la mejilla de ella, como si quisiera probar que tan real era o como si fuera un abuelo que le toca los cachetes a su nieta... ¡Sin albur, mal pensados! Ella cerró un ojo, el del lado de la mejilla afectada y arrugo un poco la nariz, mientras él se lamía el dedo.
"-¿Cómo pensaste eso? [...] Si yo soy tu destino, tus voces lo dijeron." ¿Eh? ¡¿Cómo sabía de las voces?! La verdad es que no se acordaba en los más mínimo si la vez que se vieron le había hablado de ellas. Bien pudo hacerlo, bien pudo no hacerlo... Quizás de verdad era algo miiiistico y podía adivinar esa clase de cosas o quizás...
- ¡¿Le dijeron?! ¡¿Le hablaron de ustedes?! ¡Como pudieron, traidoras!
- Pero señorita Matilda, yo jamás...
- ¡Calla, traidora! ¡Traidoras todas!
- ¡¿Cómo vamos a hablarle?! Maldita loca testaruda.
Matilda gruñó mientras hablaba sola, mirando realmente a la nada, en un punto intermedio entre el rostro de Syd y su cuello. Matilda ignoraba totalmente a los transeuntes que de por sí los miraban raro por su cercanía, por sus extrañas formas de ser, y ahora además porque ella parecía estar discutiendo sola... Como siempre. Pero la voz que le respondió fue varonil...
"-¿Por qué te fuiste, no sabes que no puedes escapar de mi? Tienes que temerme y amarme, pues no hay donde te ocultes de mi… corta una rama y ahí estaré, levanta una piedra y me encontrarás." Fijó sus ojos claros en él, mientras comenzaba a caminar con intenciones de acorralarla, o quizás de intimidarla. Los tacones de la mujer resonaban en el pavimento mientras retorcedía al paso que él dictaba, sin perder de vista esos ojos color sangre, penetrantes, imperturbables.
- ¿Uh? No... No creo eso. No pudiste encontrarme el tiempo que estuvimos separados... ¿O es que no me buscaste? Solo nuestro señor tiene la capacidad, el don y la bendición de estar en todos lados.
Lo dijo tan segura de sí misma que no cabía ninguna duda que esas eran sus creencias. Siguió retrocediendo sin tropezar hasta que chocó de espaldas contra la pared del cine, un poco más apartados de la calle, mientras el atardecer coloreaba de rojo el cielo. Su espalda topo con pared y se detuvo, enderezandose completamente por la recta vertical del muro, haciendo que sacara de más su abundante pecho.
Había algo en la mirada de Syd que no podía entender. Lujuría quizás, o un deseo extraño, corrupto, oscuro. Podía sentirlo, pero no podía comprenderlo. Era como si viera un depredador sonriendo ante su presa. ¿Ella era la presa? Sólo esperaba que él no la subestimara...
Él se giró con cuidado, tomándola de la cintura sin evitar su agarre. ¡Era un atevido! ¡Esa cintura tenía un dueño! Pero bueno, la vez pasada hasta la había cargado y todo el show. Además, si él de verdad era el principio del fin, podía tocarla como quisiera... ¡Moderadamente, claro esta! Luego hizo algo extraño, pasó su pulgar enguantado por la mejilla de ella, como si quisiera probar que tan real era o como si fuera un abuelo que le toca los cachetes a su nieta... ¡Sin albur, mal pensados! Ella cerró un ojo, el del lado de la mejilla afectada y arrugo un poco la nariz, mientras él se lamía el dedo.
"-¿Cómo pensaste eso? [...] Si yo soy tu destino, tus voces lo dijeron." ¿Eh? ¡¿Cómo sabía de las voces?! La verdad es que no se acordaba en los más mínimo si la vez que se vieron le había hablado de ellas. Bien pudo hacerlo, bien pudo no hacerlo... Quizás de verdad era algo miiiistico y podía adivinar esa clase de cosas o quizás...
- ¡¿Le dijeron?! ¡¿Le hablaron de ustedes?! ¡Como pudieron, traidoras!
- Pero señorita Matilda, yo jamás...
- ¡Calla, traidora! ¡Traidoras todas!
- ¡¿Cómo vamos a hablarle?! Maldita loca testaruda.
Matilda gruñó mientras hablaba sola, mirando realmente a la nada, en un punto intermedio entre el rostro de Syd y su cuello. Matilda ignoraba totalmente a los transeuntes que de por sí los miraban raro por su cercanía, por sus extrañas formas de ser, y ahora además porque ella parecía estar discutiendo sola... Como siempre. Pero la voz que le respondió fue varonil...
"-¿Por qué te fuiste, no sabes que no puedes escapar de mi? Tienes que temerme y amarme, pues no hay donde te ocultes de mi… corta una rama y ahí estaré, levanta una piedra y me encontrarás." Fijó sus ojos claros en él, mientras comenzaba a caminar con intenciones de acorralarla, o quizás de intimidarla. Los tacones de la mujer resonaban en el pavimento mientras retorcedía al paso que él dictaba, sin perder de vista esos ojos color sangre, penetrantes, imperturbables.
- ¿Uh? No... No creo eso. No pudiste encontrarme el tiempo que estuvimos separados... ¿O es que no me buscaste? Solo nuestro señor tiene la capacidad, el don y la bendición de estar en todos lados.
Lo dijo tan segura de sí misma que no cabía ninguna duda que esas eran sus creencias. Siguió retrocediendo sin tropezar hasta que chocó de espaldas contra la pared del cine, un poco más apartados de la calle, mientras el atardecer coloreaba de rojo el cielo. Su espalda topo con pared y se detuvo, enderezandose completamente por la recta vertical del muro, haciendo que sacara de más su abundante pecho.
Había algo en la mirada de Syd que no podía entender. Lujuría quizás, o un deseo extraño, corrupto, oscuro. Podía sentirlo, pero no podía comprenderlo. Era como si viera un depredador sonriendo ante su presa. ¿Ella era la presa? Sólo esperaba que él no la subestimara...
Matilda- Mensajes : 24
Fecha de inscripción : 24/05/2011
Edad : 40
Re: And She Was Gone
El sonido de su voz no había despertado en él la misma excitación que consiguió su monologo externo. Lo hizo sonreír ligeramente, estirando las comisuras de su boca y separando los parpados mientras sus dientes tomaban forma detrás en su boca. Su mirada se perdía siguiendo el movimiento de las palabras en su locura. ¿Con quién hablaba, qué decía? Moría internamente por querer entender y ser parte de ese mundo que solo ella conocía. Quería irrumpir y compartir eso que no estaba hecho para él. Sabía, muy en el fondo, que jamás podría ser parte completamente de su locura, pero esa idea era solo un susurro. Se aferraba a la idea de que podía serlo tan solo si se encaprichaba lo suficiente. Aunque no se trataba solo de ser parte de eso.
No conocía la palabra, pero era compartirlo, compartirlo con alguien… no, compartirlo con ella. Le hacía demasiada falta.
Siguió sus palabras con cuidado articulando algún “¿Qué? vagamente, pero no consiguió respuesta pues no lo entendía. Frustrado, se acercó aún más y colocó su rostro en el espacio que había entre su cuello y su hombro descubierto. Cerró los ojos y frotó su nariz y su boca rápidamente, para sentir su aroma y su piel. Hacerlo real y tangible. Se calmó un poco de esta manera, hasta que ella volvió a ponerlo en movimiento.
- ¿Uh? No... No creo eso. No pudiste encontrarme
el tiempo que estuvimos separados... ¿O es que no me buscaste? Solo
nuestro señor tiene la capacidad, el don y la bendición de estar en
todos lados.
Abrió los ojos como platos y separó su rostro de ella, mirándola a los ojos.
Quizás nunca llegó a darse cuenta de la necesidad que tenía de ella, más allá del extraño y retorcido sentimiento que lo obligaba pensarla y desearla y odiarla y amarla con cada fibra de su ser. Su locura lo sacaba de aquel letargo en que se había pasado la mayoría del tiempo hasta entonces. Le había dado un objetivo y una identidad cuando lo llamó principio del fin, un bautizo, y le había entregado el propósito de perseguirla pues no, no había podido encontrarla fácilmente. Y ahora de nuevo movía los hilos de su destino de forma inconsciente.
Respiró de forma rápida aunque silenciosa. Su pecho subía y bajaba sin cesar y sus mejillas se coloreaban. De pronto la empujó a un lado, sin apartarse de su sitio.
-No –dijo en un susurro. Se pasó la mano por los cabellos negros dejándolos cubrirle la cara de nuevo- soy yo…
Tragó saliva y su rostro cambió, enérgico, enseñando los dientes ahora con furia. ¿Por qué ella adoraba a ese “Señor”? ¿Qué tenía él que no pudiera ofrecerle también? La idea de compartirla con quien sea lo repugnaba. Incluso compartirla con cualquier otro dios. Su rostro mostraba furia, pero sus ojos gritaban dolor.
-¡¿Dónde está ese Señor tuyo?! –Miró a un lado y al otro- ¡aquí solo estamos tu y yo!
Se aproximó hacia ella y tomó la mano de ella para colocarla sobre la mejilla de él. Su tacto era delicado, suave y frágil. ¿Recordaría en su locura haber abierto esa piel con sus uñas y dedos por el puro gusto de hacerlo y tocar sus tendones y dientes entre su carne? Parpadeó despacio. Su corazón latía con fuerza ante su toque. Cuanto la amaba. Giró un poco la cabeza y colocó su boca sobre la palma de ella pero solo pudo sentir los dedos descubiertos a través de su guante. La soltó al instante y su respiración se fue calmando. La observó un momento y extendió la mano hacia ella.
-Ven conmigo –pidió con la misma pasión de antes- y te mostraré maravillas…
No conocía la palabra, pero era compartirlo, compartirlo con alguien… no, compartirlo con ella. Le hacía demasiada falta.
Siguió sus palabras con cuidado articulando algún “¿Qué? vagamente, pero no consiguió respuesta pues no lo entendía. Frustrado, se acercó aún más y colocó su rostro en el espacio que había entre su cuello y su hombro descubierto. Cerró los ojos y frotó su nariz y su boca rápidamente, para sentir su aroma y su piel. Hacerlo real y tangible. Se calmó un poco de esta manera, hasta que ella volvió a ponerlo en movimiento.
- ¿Uh? No... No creo eso. No pudiste encontrarme
el tiempo que estuvimos separados... ¿O es que no me buscaste? Solo
nuestro señor tiene la capacidad, el don y la bendición de estar en
todos lados.
Abrió los ojos como platos y separó su rostro de ella, mirándola a los ojos.
Quizás nunca llegó a darse cuenta de la necesidad que tenía de ella, más allá del extraño y retorcido sentimiento que lo obligaba pensarla y desearla y odiarla y amarla con cada fibra de su ser. Su locura lo sacaba de aquel letargo en que se había pasado la mayoría del tiempo hasta entonces. Le había dado un objetivo y una identidad cuando lo llamó principio del fin, un bautizo, y le había entregado el propósito de perseguirla pues no, no había podido encontrarla fácilmente. Y ahora de nuevo movía los hilos de su destino de forma inconsciente.
Respiró de forma rápida aunque silenciosa. Su pecho subía y bajaba sin cesar y sus mejillas se coloreaban. De pronto la empujó a un lado, sin apartarse de su sitio.
-No –dijo en un susurro. Se pasó la mano por los cabellos negros dejándolos cubrirle la cara de nuevo- soy yo…
Tragó saliva y su rostro cambió, enérgico, enseñando los dientes ahora con furia. ¿Por qué ella adoraba a ese “Señor”? ¿Qué tenía él que no pudiera ofrecerle también? La idea de compartirla con quien sea lo repugnaba. Incluso compartirla con cualquier otro dios. Su rostro mostraba furia, pero sus ojos gritaban dolor.
-¡¿Dónde está ese Señor tuyo?! –Miró a un lado y al otro- ¡aquí solo estamos tu y yo!
Se aproximó hacia ella y tomó la mano de ella para colocarla sobre la mejilla de él. Su tacto era delicado, suave y frágil. ¿Recordaría en su locura haber abierto esa piel con sus uñas y dedos por el puro gusto de hacerlo y tocar sus tendones y dientes entre su carne? Parpadeó despacio. Su corazón latía con fuerza ante su toque. Cuanto la amaba. Giró un poco la cabeza y colocó su boca sobre la palma de ella pero solo pudo sentir los dedos descubiertos a través de su guante. La soltó al instante y su respiración se fue calmando. La observó un momento y extendió la mano hacia ella.
-Ven conmigo –pidió con la misma pasión de antes- y te mostraré maravillas…
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